03 May 2015
(vii) La historia de la vaca y resistirse a cambiar
Desde que empecé esta aventura llamada 100Thanks, y con ello el compromiso personal de llevarlo a cabo, sin darme cuenta compré un billete infinito para explorar increibles lugares dentro de personas que con su día a día consiguen ayudar a los demás de diferentes formas, así como juntarme con personas preocupadas por asuntos que merecen la pena.
Estoy inmensamente contento por haber descubierto este viaje y estoy seguro que será la aventura que más alegrías me proporcione por bastante tiempo.
Dentro de este viaje y estas personas, hace unos meses tuve la suerte de conocer a Víctor Tasende, y he de reconocer que la voluntad, esfuerzo y coherencia que transmite, me contagió las ganas de iniciar 100Thanks.
La historia de Víctor es alucinante; os recomiendo leerla en su web www.victortasende.com. Consiguió reinventar su vida tras un accidente que le dejó tetrapléjico y prometió que si conseguía volver a andar haría todos los años el Camino de Santiago mientras la salud se lo permirtiera.
Víctor consiguió andar y no sólo hizo el Camino de Santiago, actualmente es corredor de Marathon, Iron Man, Triatlon, Ultra Man…; me quedé boquiabierto cuando me contó que una de las pruebas consiste en correr ¡¡180 KILOMÉTROS!!!. Ni el mismo antes de su accidente se había planteado ser capaz de hacer esto.
Resistiéndose a cambiar era el título que tenía preparado para escribir este capítulo; pero tuve el placer de compartir un día con Víctor este fin de semana y en una conversación de coche contó una historia que vi 100% reflejada en lo que quería contar en este capítulo.
La historia resume infinitamente bien y mejor lo que quería transmitir y aquí la dejo.
Dentro de lo que yo he aprendido en medio del cambio, estoy totalmente de acuerdo con la historia. Resistirse a cambiar es el mayor freno a nuestros límites. Resistirse a cambiar es amigo de nuestros miedos y estoy completamente seguro que en mi caso nada de lo que está pasando ahora en mi vida hubiera sido posible si un día no hubiera decidido decir adiós o hasta luego al menos a lo que tenía antes, y a lo que tanto aprecio tenía.
La historia de la vaca se puede aplicar a todas las facetas de la vida. A las amistades, a las relaciones, a tu trabajo… reflexionar sobre ella es un gran ejercicio.
Esta es la historia de la vaca (del Dr. Camilo Cruz).
Se cuenta que en una ocasión un maestro quería enseñarle a su discípulo los secretos para conseguir una vida próspera y feliz. Para ello, el maestro decidió marcharse con el joven en un viaje al pueblo más pobre que pudieran encontrar. Allí buscarían la familia más humilde del lugar, donde pasarían la noche.
Así llegaron a un viejo caserío casi a punto de derrumbarse, era el sitio, sin duda, más pobre del lugar. En aquella casucha de apenas 10 metros cuadrados vivían 8 personas. Pero la familia contaba con una posesión: tenían una vaca, y la vida de todos ellos giraba en torno a la vaca: «hay que ordeñar a la vaca», «hay que sacar a la vaca», «hay que dar agua a la vaca». La vaca les hacía un servicio muy importante porque ellos consideraban que no eran tan pobres ya que tenían una vaca. El maestro y el discípulo durmieron en el lugar. A la mañana siguiente, muy temprano, antes de que nadie se levantaran, ambos lo hicieron y se dispusieron a salir. El discípulo no estaba muy contento pues le parecía que no había aprendido nada, pero el maestro le dijo: «Es hora de que aprendas la lección que has venido a aprender».
Lentamente, el maestro se acercó adónde estaba atado el animal y, ante la incrédula mirada del joven, el anciano sacó un cuchillo enorme y mató a la vaca. El joven estaba alarmado, no podía entender nada y así se lo expresó. Sin inmutarse, el maestro se dispuso a marcharse del lugar; el discípulo pensó que por su culpa aquella familia ahora sí que no tendría medio de ganarse el pan.
La historia cuenta que un año más tarde el maestro llamó al discípulo y le sugirió que regresaran a aquel lugar para ver qué había ocurrido con la vaca. El joven asintió aún sintiéndose culpable por lo que había ocurrido. Llegaron de nuevo aquella zona pero no encontraban la vivienda; donde estaba la casucha, ahora había una casa grande y nueva. El joven pensó que la familia había tenido que abandonar el lugar. Cuando llamaron a la puerta, el hombre que les atendió era el mismo que les había alojado el año anterior. ¿Cómo era posible que ahora tuvieran aquella casa enorme, fueran bien vestidos y la vida les sonriera? El hombre les invitó a pasar y les contó que, nada más irse ellos aquel día, descubrieron que algún malechor les había matado a la vaca. Y aunque al principio se desesperaron ante su nueva situación, pronto decidieron arreglar el terreno y plantar unas cuantas semillas para alimentarse.
Pronto, aquellas semillas les dieron tanta producción que tuvieron que venderla en el mercado, comprando entonces más semillas y volviendo a plantar. Así, poco a poco fueron haciendo progresos y la granja les dio tantas ganancias que pudieron comprarse una casa nueva, ropa… y una vida nueva. La trágica muerte de la vaca había sido una auténtica bendición.
Al marcharse de allí el discípulo se dio cuenta de cuál era la lección que el maestro había querido darle: la muerte de la vaca no había sido el final de esa familia sino el principio de un nuevo y más brillante futuro. El maestro le preguntó al joven: ¿tú crees que si esta familia aún tuviera su vaca hubiera alcanzado todo esto este año? El discípulo respondió que no. ¿Ves le dijo? La vaca no sólo era su sustento sino la cadena que les ataba a una vida de conformismo y mediocridad. Tuvieron que aprender a ver más allá para salir de la miseria, en la que ni siquiera reconocían estar, por tener una vaca.
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