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(iii) Feng Shui, el violinista y su Stradivarius
04 Mar 2015

(iii) Feng Shui, el violinista y su Stradivarius

El feng shui se basa en la existencia de un aliento, cuyo flujo se ve modificado por la orientación, espacio o incluso puntos cardinales donde se encuentra.

Hace unos años, leyendo un libro sobre Feng Shui, caí en una de las historias más interesantes que he conocido nunca, leerlo me permitió sacar más conclusiones que en todo el libro entero, y desde entonces he utilizado esta historia para explicar y animar, a amigos y a mí mismo, en muchas situaciones.

El feng shui se puede aplicar a las personas y a su entorno, y esta historia del violinista es un puro reflejo de ello. A mí me sirvió para entender pasadas situaciones, y a mí me ha servido para aclarar mis pensamientos y mi motivación en los años que inspiran el cambio que refleja este libro ya conociendo de ello; con la tranquilidad de saber que si no me sentía valorado por alguien, simplemente estaba apuntando mal el tiro.

Nuestra labor más importante y quizás complicada en esta vida, es saber hacia dónde y hacia quién debemos dirigir nuestros esfuerzos, saber en lo que somos únicos y saber quién los valora. No realizarlo es malgastar nuestros esfuerzos, quemar nuestros pensamientos y a veces no encontrar sentido.

Escribir 100Thanks es una buena oportunidad para que muchas más personas puedan conocer esta historia. Descubrir, qué y a quién, os dará la solución a muchas preguntas de vuestro día a día. Os hará no consolarte con poco o nada, os ayudará a no intentar fingir simulacros de “amistad”, “colaboradores”, “relaciones” o “parejas”, os permitirá saber a quién tienes delante.

Para que podáis ponerle ojos a lo que os hablo, os adjunto también al final en imágenes reales la historia con su vídeo.

violinLa historia del violinista y el Stradivarius, extraída de la noticia original de Elmundo.es

 

“El 12 de enero pasado, a las 07.51 de la mañana, el artista y ex niño prodigio comenzó su recital de seis melodías de diversos compositores clásicos en la estación de L’Enfant Plaza, epicentro del Washington federal, entre decenas de personas cuyo único pensamiento era llegar a tiempo al trabajo.

Un experimento del ‘Washington Post’

La pregunta que lanzó el rotativo era la siguiente: ¿Sería capaz la belleza de llamar la atención en un contexto banal y en un momento inapropiado?

En ese momento, Bell, ataviado con unos vaqueros, una camiseta de manga larga y una gorra, comenzó a emitir magia desde su Stradivarius de 1713 -valorado en 3,5 millones de dólares- ante las 1.097 personas que pasaron a escasos metros de él durante su actuación.

En los 43 minutos que tocó, el violinista (nacido en Indiana en 1967) recaudó en su estuche 32 dólares y 17 céntimos -donados a la beneficencia-. La cifra es está muy lejos de los 100 dólares que los amantes de su música pagaron tres días antes por asientos decentes (no los mejores) en el Boston Symphony Hall, que registró un lleno completo.

En cambio, en L’Enfant Plaza, alejado de las campañas de promoción de su arte, fuera de los grandes escenarios y con la única compañía de su violín, a Bell sólo lo reconoció una persona y muy pocas más se detuvieron siquiera unos momentos a escucharle.

Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos, dijo al Post que calculaba que «entre 75 y 100 personas se pararían y pasarían un rato escuchando» al artista, aunque nadie cayera en la cuenta de su identidad a primera vista.

30 segundos hasta el primer dólar

De hecho, pasaron tres minutos y 63 personas hasta que alguien se cercioró de que, efectivamente, una melodía sonaba en el subterráneo.

Un hombre de mediana edad fue el primero en apartar la vista del suelo, aunque fuera por un segundo, para dirigirla hacia Bell.

Treinta segundos después llegó el primer dólar y a los seis minutos alguien decidió pararse por un momento para apoyarse en una de las paredes de la estación y disfrutar de la música.

El violinista comenzó con la interpretación de la chacona de la Partita número 2 en Re menor de Johann Sebastian Bach y siguió con piezas como el Ave María, de Schubert, o la «Estrellita», de Manuel Ponce.

Siete conquistas, 27 ‘colaboraciones’

En total, fueron siete los individuos que detuvieron su marcha para escucharle, mientras 27 decidieron contribuir a la «causa».”

¿Y a tí, qué te inspira la historia del violinista y su Stradivarius?. Comparte la historia si te gustó.

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JL

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